Mensaje del obispo David M. O’Connell, C.M., para Navidad 2020
De los muchos personajes en la historia bíblica sobre el nacimiento de Jesucristo en el Evangelio según San Lucas encontramos a los pastores. En su tercer libro, Jesús de Nazarét: las narrativas infantiles, nuestro Santo Padre el papa Benedicto XVI escribió, “Jesús nació entre pastores. Él es el gran pastor de la humanidad” (p. 73).
San Lucas nos dice: En esa misma región había unos pastores que pasaban la noche en el campo, turnándose para cuidar sus rebaños (2:8). Cuando los ángeles volvieron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: “Vamos a Belén, a ver esto que ha pasado y que el Señor nos ha dado a conocer” (2:15).
Y cuantos lo oyeron se asombraron de lo que los pastores decían (2:18). Los pastores regresaron glorificando y alabando a Dios por lo que habían visto y oído, pues todo sucedió tal como se les había dicho (2:20).
Las imágenes y presencia de los pastores no nos sorprenden, realmente. Después de todo, un pastor conoce su rebaño y el rebaño a él (Juan 10:14). Cuida a su rebaño y lo guía cuidadosamente (Isaías 40:11).
El rebaño conoce su voz y lo sigue (Juan 10:27). Jesús, el Buen Pastor, vino para hacer las mismas cosas. El Mesías vino para salvar a nosotros, porque desde el tiempo y pecado de Adán y Eva, “andábamos perdidos” (Isaías 53:6) en lugar de seguir el camino que Dios quería. Se puede decir, entonces, que Jesús nació para ser el Buen Pastor y que la presencia de los pastores en el campo de Belén demostraba las obras que Jesús asumiría en su vida. Ellos hacen falta en la historia porque eran claves en aquellos momentos. Así que los pastores no son ningún detalle simpático o de sobra de la historia. Su papel sigue siendo fundamental.
Hoy en día, la presencia e imágenes de los pastores no suelen ser muy comunes como en aquel tiempo. La gente no anhela “ser pastor” como oficio profesional, por lo menos en esta parte del mundo. Sin embargo, les comparto que en mi camino a casa de la cancillería paso por un cerro donde a veces veo muchísimas ovejas comiendo el pasto. Nunca he visto a ningún pastor con ellos, pero ¡debe haber alguien! porque en las mañanas, las ovejas ya no están. Alguien tiene que llevarlas adentro en las noches y soltarlas en el día. ¿Cómo estará vestido? ¿Cómo se ve un pastor de estas partes?
A lo mejor el pastor está ahí escondido entre las ovejas. Ver las ovejas en el atardecer me recuerda de la historia navideña que leemos en el Evangelio de San Lucas. ¿Será que así se veía el campo aquella noche de la primera Navidad? Me gusta imaginar que sí. Busco la estrella brillante en el cielo oriental.Imagino el establo por el horizonte en donde están los otros animales, prestando calor a una madre, padre y niño. Me imagino a mí mismo en la escena original – ¡sin salir de la calle en el carro! – y me dejo soñar un poco.
Las ovejas no prestan atención al tráfico que pasa. Pertenecen ahí en el campo. Ese cerro es suyo y tiene toda su atención.
¿Dónde está mi cámara, o, mejor todavía, una brocha y papel (si tuviera el talento para pintar la escena)? Es la escena perfecta para una carta navideña.
Los carros avanzan, pero la imagen y el recuerdo se quedan conmigo. ¿Dónde estará el pastor?
Y de repente, se me aclara: había un pastor escondido por ahí, pero más que eso, el rebaño esperaba a “El Pastor”, al igual de que el Pueblo de Dios lo esperaba durante miles de años y como los pastores de aquella noche en el campo afuera de Belén en la primera Noche Buena.
La imagen se me invita de nuevo al momento aquel. “Vamos a Belén, a ver esto que ha pasado y que el Señor nos ha dado a conocer”. Y, al ir y verlo, al conocer a Navidad nuevamente, nos toca a nosotros volver “glorificando y alabando a Dios” por todas las cosas que hemos oído y visto, tal como Dios nos dio a conocer.
Feliz Navidad y que nuestro “Buen Pastor” nos guarde y proteja en el Año Nuevo mientras seguimos en medio de esta pandemia que ha cautivado al mundo.