A lo mejor ustedes se han dado cuenta que Papa Francisco concluye todas sus audiencias y visitas públicas en Roma (como hizo también durante nuestra visita Ad Limina reciente), y a dónde vaya, con la simple frase, “Pregare per me, rezar por mí”. Al principio, este pedido suene algo distinto de sus predecesores, y pues eso es cierto. Pero, al reflexionar sobre esas palabras, el pedido tiene toda la razón. Después de todo, él lleva el peso de la responsabilidad de enseñar, gobernar y santificar a la Iglesia entera, unos 1.2 billones de católicos por el mundo. Si haya alguien que necesita de nuestras oraciones, el Santo Padre debe estar primero en nuestra fila como católicos.
El 50 aniversario de Ordinación nos ofrece una oportunidad especial para recordar al papa en nuestras oraciones especiales ese día.
Todos recordamos la primera vez que él apareciera al mundo en el balcón de la Basílica San Pedro. La mayoría de nosotros no lo reconocimos ni sabíamos su nombre cuando le presentaron. Pero hubo algo totalmente entrañable sobre cómo aceptó la Silla de Pedro con tanta humildad, sus primeras palabras como Papa y hasta la decisión de nombre de que se lo reconocería, Francisco.
Sin embargo, su humildad y sencillez no fueron características “nuevas” de un “nuevo pontífice”. Ya eran y siguen siendo las cualidades de una vida de ministerio sacerdotal y servicio devoto, raizada en su ordenación desde hace medio siglo. Nunca ha intentado esconder su debilidad humana, al contrario. Tal vez es por qué él está tan consciente de su necesidad por nuestras oraciones. A la vez, él siempre tiene presente el quién y el qué el Espíritu Santo le llama a ser, otra razón por qué pedirnos rezar por él.
En una homilía a nuevos sacerdotes recientemente ordenados, Papa Francisco reflexionó, “tened siempre delante de los ojos el ejemplo del Buen Pastor, que no vino para ser servido, sino para servir y para buscar y salvar lo que estaba perdido. Conscientes de haber sido elegidos entre los hombres y constituidos en su favor para atender las cosas de Dios, ejercitad en alegría y caridad sincera la obra sacerdotal de Cristo, únicamente intentos de complacer a Dios y no a vosotros mismos o a los hombres, por otros intereses. Solamente el servicio a Dios, para el bien del santo pueblo fiel de Dios” (Homilía, 22 de abril, 2018).
Buen consejo a nuevos sacerdotes de parte de un sacerdote veterano quien ha pastoreado el Pueblo que Dios se le haya confiado durante más de medio siglo. Y una buena razón de por qué rezar por él.
Feliz quincuagésimo aniversario de Ordenación, Santo Padre. ¡Ad multos annos! Y que el Buen Pastor, quien nunca abandona a su rebaño, le tenga en su corazón. María, Madre de los sacerdotes, ruega por él.