La muerte del obispo emérito John M. Smith a los 83 años de edad deja un vacío en la Diócesis en que él servía como obispo durante 13 años. La Iglesia local a que le encantaba llamar “La Gran Diócesis de Trenton” ahora está de luto al fallecer este “gran” sacerdote y obispo. Se recordará sinceramente su gran sentido de humor y su personalidad cautivadora, conocido muy bien durante su obispado y ministerio pastoral por los cuatro condados de la Diócesis. Apropiadamente escogió “Servir a Dios con Alegría” para su lema episcopal del Salmo 100.
El obispo Smith estaba casi “omnipresente” en los eventos parroquiales y diocesanos. A menudo él era “la última persona de despedirse” de los momentos y las celebraciones donde el clero, los religiosos y los fieles se habían reunido. Poseía un carácter “más grande que la vida” que atraía a la gente dentro y fuera de las fronteras diocesanas, hasta tan lejos que Uganda.
El obispo Smith estaba totalmente preparado para asumir la dirección de la Iglesia de Trenton en el 1997 con un currículo profesional impresionante de trabajo pastoral que le llevaba de la ordenación sacerdotal en su nativa Arquidiócesis de Newark en el 1961 a los estudios pos-graduados en Washington, a casa de nuevo en Newark, y entonces a Roma para luego volver de nuevo a Newark donde asumió varios puestos de liderazgo. Eventualmente fue ordenado obispo auxiliar en el 1988.
De Newark, Obispo Smith fue consagrado Obispo de la Diócesis de Pensacola-Tallahassee en el 1991 antes de volver a New Jersey como el coadjutor y luego Obispo de Trenton en el 1997. Bien preparado para el trabajo ahí, el obispo Smith amplió el alcance de los ministerios diocesanos desde el Centro Pastoral, estableció la Campaña Anual del Obispo, confirmó a miles de jóvenes católicos, construyó la infraestructura tecnológica de la Cancillería, presidió sobre el 125 aniversario de la Diócesis de Trenton en el 2006, y encabezó el primer plan estratégico de la Diócesis, “Guiados por el Espíritu”.
Al cumplir los 75 años, el obispo Smith se jubiló en el 2010 después de casi cincuenta años como sacerdote, mudándose a Villa Vianney en Lawrenceville, el hogar diocesano de jubilación para los sacerdotes, donde vivía hasta su muerte el 22 de enero.
Ordenado el año antes de abrir el Segundo Concilio Vaticano (1962-65), el obispo Smith le tuvo mucha cariño por el papa san Pablo VI, quien una vez observó que “Al empezar nuestras vidas, alguien nos debe avisar que estamos muriendo. Entonces tal vez viviríamos la vida al máximo, cada minuto de cada día. Háganlo, digo yo. Lo que quieren hacer, háganlo ahora. Las mañanas son contadas”. Obispo Smith, de verdad, vivió la vida al máximo.
Es apropiado entonces que sus ritos funerarios empiezan el 25 de enero, el 31 aniversario de su ordenación episcopal. Deja un legado tremendo de un obispo quien “sirvió a Dios con alegría”.