Nos encontramos en la mitad de nuestro camino cuaresmal con el final en la vista. ¿Cómo nos ha ido?
Vivir nuestra fe católica requiere practicar todo el tiempo, y más aun con los muchos desafíos impuestos por la pandemia del COVID-19. Pero cuando nos caemos o tropeamos, el verdadero creyente se levanta, se limpia de la tierra y empieza de nuevo del punto en donde caímos.
Así es con el tiempo santo de la Cuaresma, el tiempo anual de penitencia y gracia que la Iglesia nos da. Hay cruces y resurrecciones de por todos estos cuarenta días hacia el conmemorar de la Cruz y Resurrección de Cristo. Tal vez comenzamos en el Miércoles de Ceniza con las mejores intenciones y planes cuaresmales. Y puede que nos hayamos tropezado en el camino, pero no debemos rendirnos y dejar lo que habíamos esperado hacer para el Señor.
Puede ser que no hayamos orado tanto o con la intensidad que esperábamos. Tal vez hiciéramos corte caminos en cuanto lo que nos comprometíamos hacer o dejar. Quizás no fuéramos generosos con los demás como habíamos querido. A lo mejor hayamos faltado el respeto o sido críticos o chismosos con otros. De repente, hayamos empezado a no cuidar llevar mascarilla o mantener el distanciamiento social. Pues, sin duda, nadie es perfecto. La vida cristiana nos presenta una vista larga, no solo de corto plazo. Nuestra meta como católicos de corto y largo plazo es acercarnos a Cristo tanto que podamos, para “practicar la presencia de Dios”. Y cuando salgamos del camino correcto, el cristiano se corrige y sigue adelante: ¡no nos rindamos!
Cuando Jesús entró a Jerusalén aquel primer Domingo de Ramos, el momento consistía en aplausos y palmeras y “hosanas”. Ahí fue donde Jesús comenzó en Semana Santa. Al llegar al Jueves Santo, el momento consistió en lavar los pies de los discípulos y compartir si Cuerpo y Sangre en la Eucaristía y luego a Getsemaní. Aquel Viernes Santo consistió en Calvario y la Cruz y la Crucifixión. En Domingo de Pascua, todo tuvo que ver con el triunfo y la resurrección, el sepulcro estaba vacío y él se había resucitado de la muerte. Ahí él concluyó Semana Santa. Y entonces también eso fue donde él comenzó “¡el resto de la historia!”. Para Cristo y todos quienes le sigan, valía y sigue valiendo la pena el camino.
Entonces, no importa a donde nos ha llevado esta Cuaresma, debemos seguir adelante, y si nos tropeamos o caemos, pues que nos levantemos y terminemos. Mantengamos en mente las palabras del papa Benedicto XVI: “La Cuaresma nos impulsa a dejar que la palabra de Dios penetre en nuestra vida para conocer así la verdad fundamental: quiénes somos, de dónde venimos, a dónde debemos ir, cuál es el camino que hemos de seguir en la vida” (Audiencia general, 1 de marzo, 2006).
“Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga” Lucas 9:23). Nos mantengamos en el carril nuestro. ¡Eso es el camino que Cristo nos ofrece para alcanzar la Pascua!