"¡Volver a escuela!” Se ve los signos por todos lados que nos recuerdan que de nuevo empieza el año escolar. Aunque puedan quejarse un poco, mayormente, los niños están animados volver a ver a sus amigos después de unos meses y volver a las rutinas conocidas. Los padres y madres tal vez se quejan aún menos al acercarse el primer día del año escolar. De muchas maneras, nuestra sociedad, junta con los negocios, se enfoca en la idea del “año escolar” con septiembre como el mes principal de preparación y arranque.
En la Diócesis de Trenton, nosotros distribuimos volantes y propaganda con el lema “Las Escuelas Católicas Lo Tienen Todo”. Y es la verdad. Es lo que creemos. Además de los fundamentos de la educación en todas partes, una educación católica provee una base más profunda en la fe que construye sobre la fundación de la fe que se fomenta en el hogar católico. Como cualquier cosa de valor, el esfuerzo de crear un ambiente de fe en la escuela católica apoya y refleja la manera en que se vive y se practica la fe en el hogar. Práctica… es la palabra clave. Para que nuestra fe católica se arraíce, hace falta la tierra fértil. Ya tenemos listas las plantas, o sea, a nuestros niños, pero el terreno tiene que estar preparado para poder recibirlos también, ¡mientras se nutre su fe a través de la buena catequesis en la luz del Evangelio!
Las escuelas católicas educan recontra bien al ser completo bajo su atención. Es un hecho comprobado por las investigaciones y estadísticas. La pregunta que lanzo yo, como Obispo, junto con las personas que administran y enseñan en nuestras católicas es lo siguiente: ¿Por qué más padres de familia no aprovechan de los resultados positivos comprobados de una educación católica?
En un tiempo en que, por lo general, se promociona y se valora la educación en todas partes de la sociedad estadunidense, vemos menos matriculas en nuestra escuelas católicas – es un hecho triste. Como educador católico de por toda mi vida, y ahora como obispo, soy responsable por nuestro sistema de educación católica en la Diócesis de Trenton, me preocupo mucho por el futuro de las escuelas católicas aquí. Se dice que la gente quiere escuelas católicas pero las matriculas decrecientes no demuestran eso.
El asunto no trata de calidad. Nuestras escuelas católicas proveen una educación excelente y comprensiva comprobada por la cantidad de “Blue Ribbon of Excellence Awards”, los premios más prestigiosos escolares que hay, que las escuelas católicas en la Diócesis reciben regularmente de parte del Departamento de Educación de los Estados Unidos. La calidad no es el problema. El problema trata de cantidad – los números. Con menos matriculas cada año vienen menos ingresos. No se puede explicar de otra manera. La educación católica es maravillosa pero no es gratis. Con menos estudiantes “en las carpetas” y los mayores costos cada año para poder educarlos como un obstáculo por delante, el desafío se convierte en algo de sostenibilidad. Muchas de nuestras escuelas católicas no tienen para pagar sus cuentas y sus operaciones continuas están a riesgo. A pesar de los bienes que brindan, se han convertido en cargas financieras insuperables para las parroquias que ya tienen que ser muy creativos con los recursos económicos que tienen para alcanzar sus otras necesidades y responsabilidades. La Diócesis se ha esforzado valiosamente para ayudar – casi siempre sin compartirlo públicamente ni para ganar ninguna fama – pero no tiene recursos ilimitados ni infinitos. También, la Diócesis tiene que alcanzar cumplir otras necesidades y responsabilidades en la Iglesia. Para mí, y estoy seguro que para muchos, cuando se decide cerrar cualquier escuela católica, es atormentador. Desafortunadamente, unas de este tipo de decisiones parecen acercarse.
Pero las noticias no son todas malas. Las escuelas católicas en la Diócesis que pueden funcionar con eficiencia – a pesar de menos matriculas – proveen algo extraordinario a nuestros niños y padres y madres de familia. El trabajo por delante de todos nosotros – tengamos niños de la edad escolar o no – es apoyar y promocionar nuestras escuelas católicas parroquiales y diocesanas, pasar la voz de las buenas noticias ampliamente, invitar a nuestros familiares, vecinos y amigos a considerar las escuelas católicas para sus hijos y atestiguar al valor verdadero de la educación católica de la cuál tantos de nosotros hemos beneficiado en nuestras vidas, nuestras familias y nuestras carreras.
El momento de “Volver a escuela” ha vuelto de nuevo. Y, a pesar de que sean menos en cantidad, hay que recordar que “Las Escuelas Católicas Lo Tienen Todo” … todavía.