Se dice que “la vida es un maratón, no es una carrera rápida”. Creo que este dicho tiene más razón mientras cumplimos más años, los días parecen pasar más rápidamente. Lo mismo se podría decir sobre Cuaresma: ¡es un maratón a la Pascua!
Ya hemos pasado el punto medio de nuestro camino cuaresmal con el fin en la vista. ¿Cómo nos ha ido?
Vivir nuestra fe significa ponerla en práctica todo el tiempo. Y, hasta en los momentos que nos caemos, el creyente verdadero se levante, se limpia y sigue adelante. Un maratón que tiene una meta, ¡la línea del fin en la vista!
Así es con el tiempo sagrado de Cuaresma, el tiempo anual de penitencia y gracia que la Iglesia nos da. Hay cruces y resurrecciones durante estos 40 días que nos llevan hacia la conmemoración de la cruz y resurrección propia de Cristo. A lo mejor, prendimos este camino en el Miércoles de Cenizas con las mejores intenciones y planes cuaresmales. Y tal vez nos hemos caído en el camino. Pero no debemos rendirnos ni dejar las cosas que esperábamos y queríamos hacer para el Señor. ¡Tenemos que levantarnos, limpiarnos y seguir adelante!
Quizás no hemos rezado tanto o con la intensidad como planeamos. Tal vez buscamos corte-caminos por aquí o por allá en cuanto lo que nos comprometimos dejar. A lo mejor no nos entregamos a los demás como nos habíamos prometido. ¿Saben qué? ¡Nadie es perfecto! La vida cristiana trata de la vista larga además de la vista corta. Nuestra meta como católicos es, a largo y corto plazo, acercarnos a Cristo tanto que sea humanamente posible. Y si nos desviamos, el cristiano se arregla para seguir en la carrera.
Cuando Jesús entró a Jerusalén aquel primer Domingo de Ramos, todos celebraban, aplaudían y gritaban “hosannas”. Era ahí donde Jesús empezó en Semana Santa. Al llegar al Jueves Santo, ya estaba lavando pies y repartiendo la Eucaristía y caminando a Getsemaní. Entonces Viernes Santo trajo Calvario y la Cruz y la Crucifixión. El domingo, la Pascua, trajo el triunfo y la resurrección. La tumba estaba vacía. Fue ahí que él terminó. Para Cristo y para todos sus seguidores, el camino valía la pena.
Entonces, no importa a dónde Cuaresma nos ha llevado este año. Seguimos con nuestro compromiso sagrado y, si nos hayamos caído, que estemos dispuestos a levantarnos y terminar. Mantengamos en mente las palabras del papa Benedicto XVI: “Cuaresma nos estimula para dejar que la Palabra de Dios penetra nuestra vida y, de esta manera, dejarnos conocer la verdad fundamental: quienes somos, de dónde venimos, a dónde tenemos que ir, cuál camino tomar en la vida” (Audiencia general, 1 de marzo del 2006).
“Y Dirigiéndose a todos, declaró: ‘Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga’ (Lucas 9:23). Eso es el maratón… ahí es dónde empezamos Y dónde/cómo terminamos.