Ahora que empezamos un año nuevo, es el momento adecuado para ajustar nuestra visión en las “cosas nuevas” para nuestra diócesis. Aunque lo que “haya sido” de nuestra experiencia pasada no causa comodidad, somos una comunidad católica que vive y cambia. Somos una Iglesia local que cambia pero, como dice San Agustín, tiene “una hermosura siempre antigua, siempre nueva (Confesiones, X)”.
Nuestra fe antigua siempre es hermosa, verdadera y eterna aunque los tiempos y circunstancias han cambiado y nos obligan a desarrollar “nuevas maneras” para facilitar, promover y dar testimonio de nuestra fe para poder responder y alcanzar un ambiente que siempre cambia. Esta adaptación ha sido realidad por los 2,000 años de la historia de la Iglesia Católica y ahora, de nuevo, nos toca mirar en la Diócesis de Trenton, “siempre nueva,” hacia la “Fe en Nuestro Futuro”.
Comienzo esta carta compartiendo partes de dos homilías predicadas por nuestro Santo Padre Papa Francisco hace unos años:
La ley del Espíritu nos lleva por el camino del discernimiento continuo para hacer la voluntad de Dios: también esto nos asusta. Son dos las tentaciones que se han de afrontar en este momento de la historia de la Iglesia: La primera es la de «volver atrás porque no estamos seguros. Pero esto interrumpe el camino.”… La tentación es volver porque nos sentíamos más seguros allá. Pero la seguridad plena está en el Espíritu Santo que te conduce hacia adelante. En este momento de la historia de la Iglesia, hay que seguir adelante por este camino, sin retroceder» y sin resbalar. (Papa Francisco, Homilía en Casa Santa Marta, 12 de junio del 2013).
Jesús nos dice que nuevo vino necesita odres nuevas. En la vida cristiana, y también en la vida de la Iglesia, existen estructuras caducas. Es necesario renovarlas. Es un trabajo que la Iglesia siempre ha hecho, desde el primer momento. … ¡No tengamos miedo de esto! Pedimos la gracia de no tener miedo de la novedad del Evangelio, de no tener miedo de la renovación que realiza el Espíritu Santo, de no tener miedo a dejar caer las estructuras caducas que nos aprisionan. Y si tenemos miedo sabemos que con nosotros está la madre. Ella, como dice la más antigua antífona, “protege con su manto, con su protección de Madre” (Papa Francisco, Homilía en Casa Santa Marta, 6 de julio del 2013).
En los últimos años, las diócesis de todas partes del país han tenido que encarar los cambios en la vida de la Iglesia Católica y su rebaño. Ya no es la Iglesia de “nuestros padres o abuelos”; ni es la Iglesia que muchos de nosotros conocíamos cuando éramos niños. El darnos cuenta de esto no ha sido “cómodo” ni fácil – nunca lo es – pero cambiar y adaptarse siempre han sido necesarios para nuestra fe, no solamente para mantener su fuerza, sino también para fortalecerla cada vez más. Hay que reconocer y sobrellevar los “dolores del desarrollo” que acompañan a cualquier proceso de cambio ya que no podemos darnos por vencido ni desanimarnos. La gracia de Dios y la presencia del Espíritu Santo siempre han guiado a la Iglesia Católica durante los cambios, así será ahora y en el futuro si nos disponemos a la gracia de Dios con una fe viva.
Para ayudarnos a entender mejor la situación actual de la Diócesis de Trenton, consideremos unos hechos importantes que hemos recibido a través de sus 107 parroquias. Estos hechos son desalentadores pero, como el obispo, no creo que nos encontremos en peligro irreversible ni terminal. Sin embargo, yo creo que existen ciertas cosas preocupantes. Aquí se los comparto.
En la Diócesis de Trenton, estimamos que hay entre 673,500 y 774,000 católicos viviendo en las 107 parroquias de nuestros cuatro condados, con 267,416 hogares registrados. En el pasado, se estimaba un población católica de 830,000 fieles. El promedio del tamaño parroquial incluye aproximadamente 2,500 de estos hogares registrados. La parroquia más pequeña cuenta con 250 hogares y la más grande con 7,436 hogares.
Estadísticas actuales de los reportes parroquiales anuales revelan una asistencia a la Misa de entre 17% y 18% de católicos en la diócesis. Tristemente, han decaído constantemente en las últimas décadas.
La participación en los Sacramentos de bautismo, primera comunión y el matrimonio también han decaído. Es sorprendente pero también la cantidad de Misas funerarias han disminuido, algo que siempre se consideraba una obligación de fe para las familias de católicos activos fallecidos.
A pesar de todo esto, el Evangelio no se ha cambiado; las enseñanzas de la Iglesia endurecen; y las obligaciones para todos los católicos – por ejemplo, el mandato de “santificar las fiestas” – siguen aunque no se vea tanto la importancia en la vida cotidiana de los católicos hoy en día o por lo menos no se ve tanto como en otros tiempos. A esto se le añade la disminución de matrículas en nuestras escuelas católicas y en nuestros programas de educación religiosa y descubrimos una o dos generaciones de católicos que no tienen mucho conocimiento de los principios de la fe católica. No podemos desatender a la juventud y los jóvenes adultos en la Diócesis y nuestras parroquias. Son la mejor y la única esperanza para nuestro futuro.
Los estudios nacionales sobre los católicos bautizados después del 1980 demuestran los acontecimientos que vemos localmente. Cuando la sociedad reemplaza la fe y la religión con alternativas seculares opuestas directamente a la enseñanza y práctica católica, los católicos no saben cómo responder, como defenderse o resistir esas alternativas. Se han convertido en “católicos culturales” o “católicos en nombre solamente”. Esto no significa que no son buenas personas haciendo buenas cosas sino que simplemente no están bien informados sobre su fe y la influencia que esa fe debe tener en sus vidas como personas católicas y como comunidades católicas que pertenecen a la Iglesia local.
Como consecuencia, vemos que menos hombres y mujeres católicos responden al llamado a las vocaciones sacerdotales o religiosas como en el pasado para poder servir adecuadamente a los católicos que SÍ quieren practicar su fe, quienes SÍ escuchan el Evangelio en la Misa, quienes SÍ reciben los Sacramentos, quienes SÍ responden a las necesidades de los pobres y SÍ viven las obras misericordiosas de la Iglesia. Actualmente hay 163 sacerdotes diocesanos que sirven a los católicos en la Diócesis, además de 266 mujeres religiosas y 57 hombres religiosos. Los únicos números que aumentan consistentemente son la cantidad de sacerdotes y religiosas quienes sirven activamente en la Iglesia pero que se jubilarán pronto. 23 sacerdotes se han jubilado en los últimos cinco años y 63 sacerdotes podrán jubilarse en los próximos 10 años.
Frente a estas realidades desalentadoras en la Diócesis de Trenton y en tantos otros lugares, acompañados por los cambios demográficos en los cuatro condados de la Diócesis – Monmouth, Burlington, Ocean y Mercer – no tiene sentido aferrarnos a recuerdos sentimentales de “como éramos”; ni fantasear ningún retorno a “aquellos tiempos buenos”. El tiempo sigue adelante y no es posible volver atrás. Hay que caminar hacia adelante para encontrar y acoger al futuro con una fe viva, dinámica y activa.
Además de estas circunstancias espirituales, también debemos reconocer que la economía no nos ha apoyado en muchas de las parroquias de la Diócesis. Las familias también han llevado cargas semejantes en sus hogares. Las parroquias – nuestros “hogares espirituales”—no son muy distintos. Los costos de mantener nuestras iglesias, escuelas e instituciones católicas siguen subiendo mientras las infraestructuras se deterioren en muchas de nuestras 107 parroquias, disminuyendo los recursos ya tan limitados con gastos que las parroquias no pueden cubrir.
Aunque la Campaña Católica Anual ayuda para proveer las operaciones diocesanas un año a la vez, desafortunadamente aquí también la participación ha disminuido. Por primera vez desde 1992, la Diócesis ha asumido una campaña grande para recaudar fondos, “Fe para Mover Montañas”, con la única meta de crear un fondo de largo plazo para asegurarse que continúen las obras espirituales enormes además de proveer las “montañas” de materiales que la Diócesis y sus parroquias necesitan para un futuro en el cual “podemos creer”.
La Iglesia Católica en nuestra Diócesis no solamente existe para recaudar fondos, como sugieren algunas personas. Sin embargo, no sería posible seguir apoyando los ministerios actuales para nuestros parroquianos ni establecer nuevas iniciativas de fe sin los recursos necesarios para proveer lo que el pueblo quiere y necesita de la Iglesia Católica. Un promedio de solamente 42% de los hogares registrados de la Diócesis apoyan económicamente.
También tenemos que reconocer las realidades multiculturales que son parte del cambio en la diócesis. Las estadísticas indican que la población católica es un 15% hispano o latino. Tenemos que responder a esas personas con ministerios especificados. Seis de las diez parroquias con más bautismos en la diócesis tienen comunidades hispanas grandes. En los últimos cuatro años, la asistencia a las Misas celebradas en español ha aumentado por más de 45%. Actualmente, además de inglés y español, celebramos la Misa en 10 idiomas en distintas partes de nuestros cuatro condados.
Entonces, ¿qué hacemos? Darnos por vencidos no es una opción. El Señor Jesús nos aseguró que “donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20). Perder la fe no es ninguna opción. El Señor Jesús nos prometió que “yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Rendirnos a las tendencias sociales o culturales no es ninguna opción. El Señor Jesús proclamó que “soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Juan 14:6) y en otro lugar que “tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18).
Algunos dentro de la Iglesia han concluido que hay que simplemente aceptar “el hecho” que estamos destinados a ser una Iglesia más pequeña. A pesar que las estadísticas y otros datos tal vez indican esa perspectiva, el deber de la Iglesia es asumir una “nueva evangelización” que luchará en contra de ella. Yo no creo que tenga tanto que ver con hacernos una Iglesia más pequeña ni “hacer menos” como una Iglesia, diócesis o parroquia; yo creo que se trata de “hacer más CON menos”. El desafío que afrontamos ahora es clarificar el “cómo”.
Como el obispo, yo consulté con otros obispos y consideré las experiencias de sus diócesis, buscando ejemplos exitosos y estrategias eficaces para responder a los desafíos similares a los que tenemos aquí. Es por eso que yo entrevisté y contraté a una organización de consultoría de Seattle, The Reid Group, que tiene una historia exitosa de haber acompañado a varias diócesis en los Estados Unidos desde hace 20 años. Entre las diócesis que han aprovechado de su servicio se encuentran las Arquidiócesis de Indianápolis, Nueva York, Newark y Seattle, además de las diócesis de Orange, Orlando, Peoria, Rochester, St. Petersburg, Syracuse y Scranton. Su misión es “ayudar a los líderes y organizaciones a transformar sus desafíos en oportunidades” para fortalecer su propia misión institucional. Aunque muchos de sus clientes hayan pasado por situaciones semejantes a la nuestra, yo les pedí no “imponer ningún molde de estrategias” sino de trabajar con nuestros párrocos y parroquias a desarrollar recomendaciones específicas a nuestra propia Diócesis.
Arranqué una iniciativa llamada “Fe en Nuestro Futuro” en la Diócesis hace casi dos años con la ayuda de la curia diocesana, el concilio episcopal y el presbítero diocesano. En lugar de iniciar un plan de arriba para abajo, yo busqué un esfuerzo de equipo “de base” con The Reid Group que involucraría a los laicos además del clero de todas partes de la diócesis.
Establecimos con los párrocos 25 “cohortes”, equipos pequeños de parroquias vecinas para utilizar a los líderes laicos y clero en búsqueda de lo que “sentían los fieles” sobre la futura dirección de todas nuestras 107 parroquias. The Reid Group proporcionó entrenamiento a los miembros de las 25 cohortes bajo la dirección del monseñor Leonard Troiano, y la directora diocesana de la vida pastoral, la señora Terry Ginther. Entonces, las cohortes implementaron varios métodos para adquirir información y datos de nuestras parroquias como encuestas, cuestionarios, reuniones comunitarias, conversaciones en grupos pequeños y otras maneras para facilitar discusiones enfocadas en la futura dirección de la diócesis. La diócesis nunca ha participado en un esfuerzo parecido. Para evitar ninguna influencia dominante ni intervención de parte del obispo, me pidieron mantenerme neutral durante todo el proceso hasta que las cohortes desarrollaran sus recomendaciones y la Comisión Diocesana de Planificación las procesara. Miembros de la comisión representaron toda la diócesis y fue coordinada por el monseñor Troiano y la señora Ginther.
Después de muchos meses de discusiones, conversaciones y hasta debates animados dentro y entre las cohortes y la Comisión Diocesana, me presentaron una serie de “recomendaciones finales” a finales del noviembre 2016. Yo compartí estas recomendaciones con todos los sacerdotes de la Diócesis en reuniones que se llevaron a cabo en cada vicariato – Monmouth, Burlington, Ocean y Mercer – y con la curia diocesana y el concilio diocesano en distintas reuniones durante el mes de diciembre 2016. Entonces, me tocó a mí, como el obispo, tomar las decisiones sobre las recomendaciones y la información que recibí. Para mí, yo encomendé estas recomendaciones a la oración, la reflexión y mucha introspección antes de finalizarlas.
Decidí publicar mis decisiones el 25 de enero del 2017.Yo escogí la fecha porque celebramos la Fiesta de la conversión de San Pablo, quien cambió su vida entera después de su encuentro con el Señor Jesucristo.
Se establecerá una comisión de implementación para guiar y animar a las parroquias en este proceso de poner mis decisiones en marcha y supervisar el progreso. El monseñor Troiano y la señora Ginther coordinarán el proceso y serán los contactos principales en la cancillería para responder a preguntas. Es importante notar que las recomendaciones y decisiones ofrecidas a través de la iniciativa “Fe en Nuestro Futuro” son un “primer paso” en la reorganización de la Diócesis, “bajo las obras”. Estas decisiones, cuan implementadas, sin duda nos dirigirán a otras decisiones y cambios mientras el futuro de la Diócesis se deja conocer.
Siguiendo la dirección y ejemplo de Papa Francisco en desarrollo “principios” para la reorganización y la revitalización para el liderazgo de la Iglesia universal, yo he identificado mi propia serie de principios y prioridades para el trabajo actual. Estas incluyen:
(2) La colaboración, el modelo estratégico escogido por las cohortes y la comisión diocesana para asegurar que las parroquias colaboren en sus programas, el personal y los recursos para alcanzar las necesidades espirituales y pastorales del pueblo de la diócesis en beneficio de la evangelización;
(3) La mayordomía, el esfuerzo que establece el mejor uso de los recursos, valores, facilidades y propiedades parroquiales – “hacer MÁS con menos” – en beneficio de la evangelización;
(4) La responsabilidad, el proceso de proveer transparencia en el mantenimiento de la diócesis y todas sus parroquias en beneficio de la evangelización; y
(5) El servicio, el alcance espiritual y pastoral “interno” y hacia las comunidades que las parroquias de la Diócesis servirán, especialmente a los enfermos, los ancianos, los pobres, los inmigrantes, los jóvenes y jóvenes adultos, las familias y a los católicos que se han alejado de la Iglesia, de nuevo, en beneficio de la evangelización.
Antes de anunciar mis decisiones, yo quisiera expresar mi agradecimiento, y de parte de la Diócesis entera, a todas las personas que participaron en este proceso largo; no se puede nombrar a todas. Su esfuerzo e inversión monumental de tiempo atestiguan a su “Fe en Nuestro Futuro”.
El Reverendísimo David M. O'Connell, C.M.
Obispo de Trenton