Lo he dicho antes y lo digo de nuevo. Hay una cosa que todos tenemos en común, mis hermanos y hermanas. Sin importar nuestra raza o lugar de origen natural; sin importar nuestra religión o la falta de ella; sin importar nuestra edad o estatus o lugar en la vida: Dios nos dio a nosotros el don de la vida que nuestras madres cargaban hasta el día de nuestro nacimiento. ¡Nos permitieron vivir!
Cada ser humano que ha caminado por la tierra tiene esa única cosa en común. Y desde el momento de nuestra concepción hasta el día de nuestra muerte natural, nosotros celebramos con gratitud nuestro derecho, brindado por Dios, de vivir. Nada es más fundamental y más precioso que ese derecho básico humano.
Tenemos que mantenernos conscientes y atentos sobre este derecho básico humano, tenemos que mantenernos comprometidos a ese derecho básico humano en contra a aquellos que buscan negar ese derecho básico humano a los más vulnerables de nuestra sociedad: el niño o la niña por nacer en el vientre.
Hay quienes – nuestros seres hermanos que también poseen y gozan de ese derecho básico humano gracias a Dios quien se dio la vida, gracias a sus madres quienes decidieron que deben recibir ese don – hay quienes, nuestros seres hermanos que buscan cualquier cosa para negar ese derecho básico humano de vivir a los niños en el vientre porque la Corte Suprema de los Estados Unidos lo hizo posible a través de la decisión famosa de “Roe v. Wade” hace 46 años, el principio de “una pesadilla nacional” que sigue hasta el día de hoy.
Pesadillas, sin embargo – aunque sean aterrorizantes – no son reales. “Roe v. Wade” es muy real. Desde su pronunciamiento en el 1973, han ocurrido más de 53 millones de abortos legales en los Estados Unidos – es decir, ¡más de 53 millones de vidas humanas! Para dar algo de perspectiva, ese número es más grande que la población de cualquier estado en nuestro país. “Roe v. Wade” fue y sigue siendo uno de los días más oscuros de la historia de nuestro país. Y otros países nos siguieron con rapidez.
Tomás Jefferson lo dijo bien: “El cuidado de la vida humana y la felicidad, y no su destrucción, es el primero y único objetivo de un gobierno bueno” (“Mensaje a los republicanos del condado de Washington, Maryland”, 31 de marzo, 1809).
El derecho básico humano de vivir no es simplemente un derecho religioso como algunos pretenden sugerir, no lo es. Sin este derecho básico humano, ningún otro derecho humano puede pasar, puede existir, ningún otro derecho humano puede prevalecer y no importa los listos que intentamos ser en nuestros intentos de esconder nuestra oposición.
Nosotros que sí somos religiosos, sin embargo, nosotros que somos gente de fe, que creemos en Dios quien nos creó, aceptamos ese derecho básico humano en las partes más profundas de nuestro propio ser primero como humanos y, justo atrás de eso, como católicos y personas de fe.
Nuestro Santo Padre, el papa Francisco, al igual de sus antecesores, lo ha dicho claramente:
“… La vida humana es sagrada e inviolable. Todo derecho civil se basa en el reconocimiento del primer y fundamental derecho, el de la vida, que no está subordinado a alguna condición, ni cualitativa ni económica, ni mucho menos ideológica” (Discurso al movimiento italiano por la vida”, el 11 de abril, 2014).
Es algo “necesario” siguió a decir,
“… Ratificar una firme oposición a todo atentado directo contra la vida, especialmente inocente e indefensa; y el ser por nacer en el seno materno es el inocente por antonomasia. Recordemos las palabras del Concilio Vaticano II: ‘la vida desde su concepción ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables’.
Hace menos de un mes, cristianos por todas partes celebramos el nacimiento del Señor Jesucristo, algo esperado desde hace mucho tiempo en las escrituras de los antiguos profetas. Nosotros creemos que Cristo era/es el plan de Dios para nosotros y entonces él entró al mundo y ¡asumió nuestra humanidad! Y lo hizo para salvarnos de nuestros pecados, para salvarnos de nosotros mismos y de los juicios y las decisiones humanos que tomamos – juicios y decisiones humanos en contra la vida humana, juicios y decisiones humanos en contra a Cristo, juicios y decisiones a favor de la muerte.
Las palabras propias de Jesús, “Vine para que tengan vida” (Juan 10:10), la razón propia de Jesús por hacerse humano, tiene que ser nuestra propia razón como sus seguidores. Son la bandera que llevamos mientras marchamos “por la vida”; son la bandera porque elevamos a lo alto en esta diócesis, en Washington, D.C., y por el mundo entero este enero.
“Cristo Jesús, nuestro salvador, el que, por medio del Evangelio, destruyó la muerte e hizo resplandecer la vida” (2 Timoteo 1:10). Tenemos que “hacer resplandecer” la vida en cada decisión que tomamos, en cada decisión que creemos, en cada derecho que proclamamos y afirmamos como seres humanos no solo el día del 18 de enero ni el 22 de enero, sino ¡cada día!Tenemos que siempre “hacer resplandecer la vida”
La luz penetra la oscuridad; la muerte se rinde a la vida. La luz de Cristo es el amor. Y el amor salva vidas.
Siempre habrá quienes se burlan de nosotros y nos denigran; quienes nos ridiculizan o buscan ignorarnos como “guerreros culturales” aunque tengan razón porque somos guerreros en contra una cultura: una “cultura de la muerte”; quienes pretenden culparnos como “en contra a la mujer” en el nombre de los presuntos “derechos reproductivos” o “derechos sobre sus propios cuerpos”. Mucho más que su oposición está a riesgo.
Como el obispo de la Diócesis de Trenton, pido a todas las parroquias y a todos los fieles unirse a miles de nuestros hermanos y hermanas católicos de todas partes del país rezar por el respecto de la vida humana durante los “Nueve Días por la Vida” patrocinado de nuevo por la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos del 14 al 22 de enero del 2019 (www.9daysforlife.com).