En los Estados Unidos, se observa el Día Memorial, Memorial Day en inglés, en el último lunes del mes de mayo. Reconocido en muchas partes como el principio del verano, la fecha cae unas semanas antes de la fecha verdadera según el calendario. Las celebraciones comunes incluyen subir la bandera, desfiles y carnavales, abrir las piscinas, parrilladas y, para mucha gente, un día libre del trabajo o escuela. Otro costumbre común es la visita al cementerio donde están enterrados los miembros militares quienes dieron sus vidas para nuestro país.
Como nación, diferente que el Día de los Veteranos, el Día Memorial honra a todos los hombres y mujeres que llevaban el uniforme de nuestras fuerzas armadas y que hicieron el último sacrificio que se ha convertido en la sangre y vida de nuestra república. Merecen nuestra gratitud y orgullo.
Se debate sobre los origines reales del Día Memorial – conocido antes como el “Día Decorado” – pero la mayoría de personas están de acuerdo que los costumbres que lo acompañan empezaron antes de la Guerra Civil o un poco después cuando veteranos y familias decoraron las tumbas de sus queridos fallecidos. Sigue hoy aquella práctica patriótica.
Para el católico, el sacrificio y dar la vida por el prójimo forman la base de nuestra fe. Sólo tenemos que mirar al crucifijo, el símbolo central de nuestra conciencia religiosa, para recordar cómo el Señor Jesús nos redimió a través de su muerte y nos liberó del pecado. “Nadie tiene amor más grande”, nos dijo nuestro Salvador, “que el dar la vida por sus amigos” (Juan 15:13). Los sacrificios de nuestros paisanos por toda la historia estadounidense sirven como recuerdo del mensaje de Cristo.
No importa cómo celebramos el Día Memorial, sea con desfiles y banderas y parrilladas y todo tipo de diversión veraniega. Lo que importa es recordar y no despreciar a aquellos que cayeron por nosotros. De una manera bastante real, estos héroes en uniforme, que vivían y servían y se sacrificaron las vidas para nuestras libertades, aún atestiguan a las palabras mismas del Señor y, bajo la sombra de su Cruz, ahora en la gloria ven su rostro.