Yo no sé cómo se sienten ustedes pero me parece a mía que las preparaciones navideñas empiezan más temprano cada año. Las hojas ni han empezado a cambiarse de color y caerse de los árboles y ya vemos arboles pinos y luces navideñas en los malls y mercados.
Nos guste o no, la obsesión de apurar los tiempos y sus fiestas es la realidad. Yo quisiera poder esperar por lo menos hasta el Día de Acción de Gracias para empezar a ambientar todo para la Navidad. Pero bueno, eso soy yo. Yo creo lo que leemos en el Libro de Eclesiastés donde dice, “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Eclesiastés 3:1).
Pero podemos verlo desde otra perspectiva. No refiero a los ‘Papa Noel’ ni los cascabeles. No pertenezco a “la policía litúrgica” que prohíbe cualquier mención de la Navidad durante el Tiempo de Adviento. Yo hablo de “la razón por la estación” – recordando y celebrando el regalo más grande que el mundo ha recibido en toda su historia: ¡el nacimiento del Señor Jesucristo, el Mesías, el Rey de Reyes y el Señor de Señores! Francamente, no es posible detener ni contener este evento único en la historia de los seres humanos en un solo periodo particular de tiempo. ¡Es algo para toda hora y todo momento! Influye a cada otro momento del año con la luz y la gracia y la esperanza.
Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; le ponen en el hombro el distintivo del rey y proclaman su nombre: “Este es el Consejero admirable, el Héroe divino, Padre que no muere, príncipe de la Paz”. Su imperio no tiene límites, y, en adelante, no habrá sino paz para el Hijo de David y para su reino. Él lo establece y lo sostiene por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. Sí, así será, por el amor celoso del Señor (Isaías 9:5-6).
¡Siempre podremos reflexionar sobre el nacimiento de Cristo y agradecerle a Dios por la salvación que nos trae! Los misterios de la Navidad son inagotables. Lo más temprano que sea, lo más frecuente que sea, lo más constante que sea nuestro conocimiento de Cristo, lo mejor para la humanidad.
Bueno, no nos hace falta ningún Papa Noel en septiembre y, sí, yo reconozco que el mundo secular tiene más interés en apurar la llegada de la temporada porque significa más dinero que proclamar el aniversario del nacimiento de Cristo. Pero ¿por qué tenemos que rendirnos a los valores del mundo secular o dejar que nos agobien u oscurezcan el significado más verdadero, profundo de la Navidad.
Dejemos que “la brillantina y el resplandor superficial” – cuando sea que aparezca – sean recuerdos de esta verdad profunda de nuestra fe: que “el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros” (Juan 1:14), lo cual es “buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo” (Lucas 2:10). Como dice la canción popular en inglés, “Porque nos hace falta un poquito de Navidad ahora mismo”… ¡dónde sea ese momento y cuando sea ese momento!
¡Feliz Navidad y que las bendiciones de Dios estén con todos ustedes y sus queridos de por todo el Año Nuevo!