La expresión, “guerrero cultural”, se usa en la conversación contemporánea para describir a personas que luchan por las causas que corren contra la corriente de los valores y preferencias, principal entre ellos, la protección de la vida humana en todas sus etapas desde la concepción hasta la vida natural. Parece muy poco que se habla o se escribe de ella de una manera positiva. Sin embargo, las personas llamadas “pro-vida”, de hecho, han luchado de una manera significativa para convencer a sus oponentes y críticos que, como el papa san Juan Pablo II afirmó, “cuando algunas vidas incluyendo a las vidas por nacer pierden su valor por las opciones de otras personas, no se podrá garantizar ningún valor ni derecho por mucho tiempo”.
El mes de octubre para la Iglesia católica se conoce como “El Mes de Respecto por la Vida”, con el 7 de octubre este año como el “Domingo del Respecto por la Vida”. Sin duda, nosotros sabemos que respetar la vida es un mandato humano que no se puede limitar a ningún mes ni día singular. Es una causa de cada día y siempre que no solo pertenece a una creencia ni denominación religiosa. Sin embargo, para los católicos, respetar la vida, y de manera especial a los no nacidos, es intrínseca a nuestra identidad como pueblo de fe. No permite ninguna negación, ninguna excepción, ningún compromiso. “Cada vida es querida, escogida, enviada”, como expresa el tema este año del Mes de Respecto por la Vida.
Más temprano este año, el papa Francisco escribió que “defender a los no nacidos inocentes tiene que ser claro, firme y compasionado, porque se arriesga la dignidad del ser humano, que siempre es sagrado y demanda el amor por cada persona, a pesar de su edad o etapa de desarrollo (Discurso a la Academia Pontifica por la Vida, 25 de junio, 2018)”.
El mes de octubre provee a cada católico – y a cada ser humano – la oportunidad para prestar atención especial, esfuerzo y oración ferviente por la convicción que cada vida humana es preciosa y merece ser protegida desde la concepción hasta la vida natural. “La Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado. (Catecismo de la Iglesia Católica, núm. 2271)”.
En los Estados Unidos, la idea de “derechos” tiene un lugar prominente en nuestra conversación nacional. Cualquier conversación honesta tiene que comenzar con la aserción que el derecho a la vida es el primero entre los derechos humanos, también afirmado por los primeros padres del país. “Proteger la vida humana es uno de los actos más nobles del estado. Si un estado evade esta responsabilidad, socava las fundaciones de la norma legal (YouCat, núm. 383)”.
Santa Teresa de Calcuta lo expresó bien cuando dijo: “Cualquier país que acepta el aborto no enseña a su pueblo amar sino usar la violencia para tener lo que quieren… es una pobreza decidir que un niño tiene que morirse para que se pueda vivir como quiera… si el aborto no es malo, entonces nada es malo”.
El aborto mata a niños, hierre a mujeres y destruye la sociedad. Leí en algún lado que la vida no garantiza nada, pero el aborto no ofrece ningún chance. Luchar en contra “la cultura de la muerte” mientras luchamos por “una cultura por la vida” es una batalla que vale la pena en el mundo de hoy. Las vidas por nacer no tienen ninguna voz. Ustedes sí las tienen. Puede que se burle a ustedes como “guerreros culturales” pero la causa primera, última y más importante en que se puede participar es el respecto por la vida.
Estamos llamados a luchar. Y tal vez nos puede inspirar esta cifra contemporánea: “El destino susurra al guerrero, ‘no podrás combatir la tormenta’. El guerrero le responde, ‘yo soy la tormenta’”.