El beato Papa Pablo VI, quien será canonizado a la santidad el 14 de octubre de este año, fue el primer papa a que yo conocí en persona. Pasó el 25 de marzo de 1975 en la Basílica San Pedro en Roma durante la Misa de canonización de los Santos Juan García López-Rico, O.SS.T., y Vicenta María López y Vicuña. Por casualidad me encontré en Roma antes de que yo entrara a noviciado de la Congregación de la Misión (C.M.), no era que me sentía especialmente cerca a ninguno de los santos. Sin embargo, yo sí me sentía muy conectado al papa Pablo VI, que era el papa cuando entré al seminario en el 1969. Yo le admiraba muchísimo.
Parado entre la muchedumbre a lado del pasillo largo de la Basílica, yo le vi al papa Pablo VI llevado por un equipo de cargadores en un trono ceremonial llamado la “
sedia gestatoria (silla gestatoria)” que ya no se usa (ahora se usa el
papamóvil). Yo había encontrado un espacio en el pasillo frente a la magnífica estatua de San Vicente de Paul, el fundador de mi comunidad religiosa. Vestido en su vestimenta para la Misa, el Santo Padre miraba hacia la dirección cuando se acercaba al área donde estaba yo parado. Pero, cuando llegó cerca, de repente, si giró y nos dio su bendición. Fue un momento que nunca olvidaré.
En la Iglesia, se recuerda al papa Pablo VI por muchas cosas. Fue él quien clausuró el Segundo Concilio Vaticano y quien empezó la implementación de sus reformas durante los próximos trece años. Aprobó una nueva forma para celebrar la Misa. Era el primer papa que viajó extensivamente afuera de Italia como el Supremo Pontífice, la razón de su apodo, “El papa peregrino”. Incorporó las enseñanzas sociales de la Iglesia en sus muchos discursos doctrinales y homilías. Creó la base para los esfuerzos modernos de la Iglesia en la evangelización y el ecumenismo, un legado mencionado frecuentemente por sus sucesores.
Antes de ser el papa, Giovanni Battista Montini, oficial Vaticano durante muchos años y Arzobispo de Milán (1955-1963), era el favorito de seguirle al papado de Santo Papa Juan XXIII en el conclave que le eligió en el 1963. Los dos papas, sin embargo, fueron muy diferentes en cuanto su historia, temperamento, estilo y personalidad, fácilmente demostrándose como el dicho italiano popular “papa gordo, papa flaco”. Muy académico, progresista, intenso, y algo melancólico, Montini se encontró con el peso enorme de presentar la Iglesia antigua al mundo moderno y viceversa – el “aggiornamento” – para cumplir la esperanza de su predecesor cuando llamó el Vaticano II.
No basta con solo decir que el papado del papa Pablo VI le fue difícil, sin ninguna duda. Se vio la soledad y peso del oficio papal visiblemente en los rasgos de su rostro delgado. Sin embargo, los biógrafos y miradores del Vaticano a menudo han comentado que el Papa Pablo VI, quien nunca sirvió como sacerdote parroquial, admirablemente equilibraba un sentido fino de fidelidad a la enseñanza de la Iglesia con un conocimiento pastoral verdadero acerca de las necesidades de los fieles en su enfoque a la vida en la Iglesia tarde en el siglo 20.
De manera diferente que sus predecesores, el Santo Padre frecuentemente consultaba con miembros de la jerarquía internacional además de con otros teólogos y expertos antes de publicar enseñanzas y pronunciaciones papales. Mantener esta forma de dialogo le era muy importante a pesar de los desacuerdos que podrían ocurrir.
El beato Papa Pablo VI escribió siete cartas encíclicas durante los 15 años de papado – los documentos de enseñanza del papado más significativos en los tiempos modernos. Hace cincuenta años este 25 de julio, conmemoramos lo que ha sido el documento más controversial, sin duda, de sus encíclicas, “Humanae Vitae: La transmisión de la vida”.
El Santo Papa XXIII había establecido una comisión pontifical compuesta por seis miembros sobre los métodos anticonceptivos en el 1960 para estudiar el uso de varias formas artificiales de contracepción bajo la realidad de preocupaciones mundiales sobre la necesidad de controlar la población. Después de su muerte, el Papa Pablo VI expandió la comisión a 72 miembros, incluyéndole al futuro Papa Juan Pablo II, y siguieron su trabajo por los próximos años. Se entregó un reportaje de la mayoría confidencialmente al papa en el 1966 en que compartieron la opinión de que ciertas formas de contracepción artificial no eran intrínsecamente malas y, entonces, aceptable moralmente para su uso de parte de parejas casada en el matrimonio. Esta opinión representó algo nuevo en la enseñanza y práctica duradera de la Iglesia. Dentro de año, el documento salió en secreto a la prensa, además de un reportaje de la minoría de una perspectiva contraria y a favor de la enseñanza establecida – elevando las esperanzas de que algún cambio en la enseñanza de la Iglesia fuera inevitable y por venir.
El Papa Pablo VI estudió ambos reportajes cuidadosamente durante el próximo año, consultando a otros ampliamente pero últimamente rechazando la opinión de la mayoría. Al compartir sus hallazgos en la encíclica, “Humanae Vitae” el 25 de julio, 1968, la reacción mundial del clero y laico fue veloz y mayormente negativa, una de las expresiones más amplia de desacuerdo en la historia de la Iglesia. De inmediato, se empezaba ver discursos y debates académicos, teológicos, no-teológicos y ecuménicos que seguían durante décadas apoyando y rechazando la enseñanza del Papa Pablo VI en su encíclica.
Su sucesor inmediato, el papa Juan Pablo I (Arzobispo y Patriarca de Venecia Cardenal Albino Luciano) no expresó ninguna opinión explícita sobre “Humanae Vitae” porque su papado duró solamente 33 días. El papa Juan Pablo II (Arzobispo de Cracovia Cardenal Karol Wojtyla) afirmaba consistentemente la enseñanza del Papa Pablo VI sobre la contracepción artificial igual que el Papa Benedicto XVI (Prefecto de la Congregación por la Doctrina de la Fe del Vaticano Cardenal Josef Ratzinger). El Papa Benedicto XVI refería a “Humanae Vitae” como “un signo de contradicción pero también de continuidad de la doctrina y tradición de la Iglesia”, comentando que “lo que era verdad ayer es verdad hoy (Discurso, “En el 40 aniversario de la encíclica ‘Humanae Vitae’, el 12 de mayo, 2008)”.
De manera semejante, el Papa Francisco apoya la enseñanza moral del Papa Pablo VI. “…su genialidad fue profética, pues tuvo el coraje de ir contra la mayoría, de defender la disciplina moral, de aplicar un freno cultural, de oponerse al neomaltusianismo (abogar por el control de la población y la contracepción preventiva) presente y futuro. El tema no es cambiar la doctrina, sino ir a fondo y asegurarse de que la pastoral tenga en cuenta las situaciones de cada persona y lo que esa persona puede hacer" (Entrevista con ‘Corriere Della Sera’, el 1 de mayo, 2014).
Aunque “Humanae Vitae” represente el intento específico del beato Papa Pablo VI de responder a “la regulación de nacimiento” en un mundo que se preocupa de controlar la población, la encíclica también llama la atención al tema más grande del sentido del matrimonio cristiano y el plan de Dios para el amor matrimonial a través de la transmisión de vida. El Santo Padre afirmó la creencia de la Iglesia Católica que el amor matrimonial es completamente humano de cuerpo y alma y fiel a los diseños de Dios. Es total, fiel y fecundo (“Humanae Vitae”, párrafo 9). Aunque reconociera el Papa Pablo VI el hecho que “estas enseñanzas no serán quizá fácilmente aceptadas por todos” (HV, párrafo 18), además de apoyar la legitimidad de la expresión del amor conyugal de la pareja casada durante los periodos no fértiles, el Papa Pablo VI reconoció que la disponibilidad a la transmisión de vida como “el designio constitutivo del matrimonio y con la voluntad del Autor de la vida” (HV, párrafo 13).
En efecto, recordamos al beato Papa Pablo VI por muchas cosas y su encíclica del 1968 “Humanae Vitae” ciertamente se encuentra en las más memorables, aunque sea la más controversial. Cincuenta años después, los asuntos que él consideró en ese documento siguen siendo temas de qué se reflexiona, se discute y se debate por el mundo mientras la Iglesia se prepara por su canonización a la santidad por el Papa Francisco. Se ve claramente que el papa actual guarda un respecto profundo por el Papa Pablo VI y también por su intento de responder a esos asuntos en enseñanza a y cuidado pastoral por el Pueblo de Dios.
En una reunión con familias en Manila el 16 de enero, 2015, el Papa Francisco dijo que “en un momento donde se le proponía el problema del crecimiento de la población (el Papa Pablo VI) tuvo la valentía de defender la apertura a la vida de la familia. Él sabía las dificultades que había en cada familia, por eso en su Carta Encíclica (Humanae Vitae) era tan misericordioso con los casos particulares. Y pidió a los confesores que fueran muy misericordiosos y comprensivos con los casos particulares. Pero él miró más allá, miró a los pueblos de la tierra y vio esta amenaza de destrucción de la familia por la privación de los hijos. Pablo VI era valiente, era un buen pastor y alertó a sus ovejas de los lobos que venían”.
Ahora que la Iglesia conmemora el 50 aniversario de la publicación de “Humanae Vitae” del Papa Pablo VI, estemos de acuerdo o no con sus conclusiones, debemos mantener en mente cómo él “miró más allá” y la valentía de este “buen pastor” ahora que se añade a la comunión de los santos. ¡Beato Papa Pablo VI, ruega por nosotros!