Hay un dicho que se suele atribuir al escritor y poeta irlandés James Joyce (1882-1936) que explica que la palabra ‘católico’ significa “Aquí vienen todos”. Para mí, ese dicho tiene mucha profundidad, realmente algo hermoso. La palabra “católico” tiene raíces en el antiguo griego, traducida para decir “universal”. Nosotros católicos pertenecemos a una Iglesia universal: universal en cuanto su alcance y su plenitud; universal en cuanto la fe; universal en cuanto su abrazo.
“Aquí vienen todos”: los santos y los pecadores. Los espirituales y los religiosos. Los convencidos y quienes siguen investigando. Los activos y los ya no activos. El clérigo y el laico. El consagrado e intencional. Casados y divorciados. Familias y solitarios. Joven y viejo. Famosos e infames. Quienes trabajan y quienes no tienen empleo. Sanos y enfermos, y también los discapacitados. Personas cómodas y personas sin hogar. Amigos y quienes no tienen amigos. Toda raza y cada origen nacional. Todos puntos de vista y perspectivas.
Es una Iglesia grande, aunque no siempre la reconozcamos ni la aceptemos así.
Por nuestro bautismo en Cristo, nosotros somos sus hermanas y hermanos; por nuestro bautizo en Cristo, nosotros también somos hermanas y hermanos entre nosotros. Nuestro Señor Jesús rezó en su Última Cena, “para que todos sean uno” (Juan 17:21). La palabra “católico” significa “Aquí vienen todos”. En este mundo, de por esta vida, estamos “caminando juntos”.
Y en este caminar, como el filosofo y teólogo inglés G.K. Chesterton (1874-1936) escribió, “El viajero ve lo que ve; el turista ve lo que ha venido a ver”. Nosotros católicos somos ambos viajeros y turistas en el camino. Ahora al comenzar este Sínodo en la Diócesis de Trenton, en este 140º aniversario de nuestra existencia como Diócesis, mis queridos católicos, la Iglesia nos pregunta a todos nosotros – a cada uno de nosotros – ¿qué es lo que hemos visto a ver?”.
Los sínodos, otra palabra del antiguo griego que quiere decir “camino o recorrido común”, no son nuevos a la Iglesia Católica; han sido una parte regular de la vida de la Iglesia de por nuestra historia. El 24 de abril este año, el papa Francisco anunció el XVI Sínodo Ordinario de Obispos, un periodo durante dos años de reflexión sobre la misma Iglesia Católica y sus metas en su tercer milenio. Habrá tres fases distintas, pero conectadas: una fase diocesana, una continental o nacional y una fase para la Iglesia universal.
Es un proceso nuevo y diferente que los sínodos anteriores porque el sínodo actual pretende alcanzar la participación de todos los católicos, “todos” de cada nivel en la Iglesia. De esa perspectiva, este sínodo es un esfuerzo sin precedentes. El tema es: “Sobre el camino sinodal de la Iglesia: Comunicación, Participación y Misión”.
El énfasis de este sínodo no trata de un “evento” solamente sino de un proceso continuo que se llama “sinodalidad” – tal vez una palabra nueva a nuestro vocabulario. Todos los católicos, en las palabras del Santo Padre, “caminando el mismo recorrido juntos”, un camino que se lleva a la “comunión, participación y misión”. “Aquí vienen todos”. ¡Aquí viene la Diócesis de Trenton!
Es una hermosa coincidencia que celebramos la Santa Eucaristía juntos, “la fuente y cima de la vida cristiana”, en este hito del 140º aniversario de nuestra Diócesis en este mismo día en que nos unimos a las otras diócesis de la Iglesia de por el mundo al embarcar este “recorrido común” sinodal.
Al celebrar nuestra historia en New Jersey, esta coincidencia me recuerda de las palabras del escritor y teólogo inglés C.S. Lewis (1898-1963), “quedan muchas, muchas mejores cosas por delante que las que dejamos atrás”.
Eso no es decir que olvidemos las alegrías y tristezas, los éxitos y las fallas, la gente y los eventos del pasado. Es decir que no termina ahí. Agarramos el presente y miramos hacia el futuro como una Iglesia, el Pueblo de Dios, como una Diócesis, como parroquias, como católicos “caminando juntos”.
No hay, como el teólogo francés Yves Congar una vez explicó, “necesidad de crear otra Iglesia sino de crear una Iglesia diferente”, una “ecclesia semper reformanda, semper purificanda”, una Iglesia siempre reformándose, siempre purificándose hasta este mismo momento y más allá.
Eso fue un tema del Concilio de Trent en el siglo XVI (1545-1563) de responder a la reforma protestante, la razón por el Segundo Concilio Vaticano (1962-1965) de responder al mundo moderno, y la esperanza del papa Francisco de responder a la Iglesia en este momento presente.
En su homilía para abrir el sínodo mundial el domingo pasado, el Santo Padre nos pidió usar este sínodo para un momento de “encuentro”, para hacernos disponibles al Espíritu Santo en la oración, la Adoración Eucarística, en la esperanza y la caridad, “caminando juntos” uno con el otro. Para “escuchar” no juzgar, para abrir nuestros corazones y mentes a Dios y al prójimo en medio de los desafíos que encontramos en el mundo que nos rodea. Y no hay ninguna falta de desafíos. Para “discernir” lo que el Espíritu Santo nos dice hoy en día.
Estos son los recorridos sinodales a la “comunión” y la unidad en nuestra fe juntos; a la “participación” y actuar profundamente en nuestra fe juntos; a la “misión” y evangelizar, compartir el Evangelio en el amor juntos. El amor es la mayor respuesta cristiana a todas las cuestiones de la vida.
G.K. Chesterton también escribió, “Amar significa amar lo desagradable. Perdonar significa perdonar lo imperdonable. Fe significa creer en lo increíble. Esperanza significa esperar cuando todo parece perdido”. Un pensamiento fuerte y transformador para nuestro “caminar juntos”.
Eso es nuestro “camino común”. Eso es nuestro camino sinodal juntos.
El monje y autor Tomás Merton (1915-1968) una vez reflexionó, “Cada cristiano y cada nueva época de la Iglesia tienen que hacer este redescubrimiento, este retorno a la fuente de la vida cristiana”.
Empieza con la Palabra de Dios y la Palabra Encarnada. Continua con las gracias del Bautismo y los Sacramentos. Se convierte real y eficaz a través del aprendizaje y conocimiento de las verdades de nuestra fe y por vivirla a través del servicio. No trata de debatir. Es un espacio para dialogar.
En su parroquia y lugar de trabajo, en su familia y comunidad, mis queridas hermanas y hermanos, durante este año de aniversario, durante este sínodo diocesano, redescubramos nuestra fe.
Retornemos a la fe. Escuchemos a las historias del otro. Sequemos las lágrimas del otro. Apoyemos a la fe del prójimo en la verdad. Escuchemos unos a los otros. Inspiremos la esperanza del prójimo. Amemos uno al otro tal como Cristo nos ha amado a nosotros.
La pequeña santa humilde obrando entre los pobres en las calles de Calcuta nos ofrece esta invitación: “ayer se fue; mañana no llega todavía; solo tenemos hoy. Comencemos”.