Parece existir confusión en los medios de comunicación acerca la permisibilidad moral de usar las vacunas en contra el COVID-19 desarrolladas por Pfizer Inc. y Moderna. Quisiéramos aclarar unas cosas.
La vacuna de ninguna de las dos compañías, Pfizer y Moderna, utiliza líneas de células que se originaron de tejido fetal del cuerpo de un bebé abortado en ninguna etapa del diseño, desarrollo ni producción. Sin embargo, no están completamente libres de alguna conexión al aborto. Ambas compañías, Pfizer y Moderna, hicieron uso de una línea de células manipulada para uno de los exámenes confirmatorios del laboratorio de sus productos. Es decir que hay una conexión, pero es una conexión relativamente remota.
Algunos aciertan de que si la vacuna tenga cualquiera conexión con líneas manipuladas de células entonces es inmoral recibirlas como partes de alguna vacuna. Esta es una representación equivocada de la enseñanza moral católica.
Aquí, compartimos tres documentes del Santo Sede que tratan la cuestión de vacunas manipuladas: 1) el estudio por la Academia Pontificia para la Vida, “Reflexiones morales acerca de las vacunas preparadas a partir de células provenientes de fetos humanos abortados”; párrafos 34-35 en la Instrucción sobre Ciertas Cuestiones Bioéticas (Dignitatis Personae) por la Congregación para la Doctrina de Fe del 2008; 3) la nota del 2017 sobre el asunto de vacunas italianas de parte de la Academia Pontificia para la Vida.
Estos documentos señalan la inmoralidad de usar tejido humano del cuerpo de un niño abortado para crear líneas celulares. También distinguen entre la responsabilidad moral de los varios actores involucrados sean quienes diseñan y producen una vacuna y luego las personas que la reciben. Lo más importante es que lo dejan perfectamente claro de que, de nivel de recipiente, es permisible moralmente aceptar una vacuna cuando no existen alternativas y hay riesgo serio a la salud.
La Academia Pontificia ofrece como ejemplo el caso de rubeola: “Encontramos, en este caso, una razón proporcional para poder aceptar el uso de estas vacunas ante el peligro del contagio del agente patológico, dada la falta de vacunaciones de niños. Esto es verdadero particularmente en el caso de la vacuna en contra la rubeola”.
La Academia Pontificia sí urge expresiones apropiadas para llamar la atención de los orígenes de estas vacunas además de la fuerte promoción de la creación de alternativas. “El deber moral de luchar y emplear cada manera legal sigue para hacer que la vida sea difícil para las industrias farmacéuticas que actúan de maneras inescrupulosas y no éticas.” La Academia Pontificia añade, sin embargo, que no se puede sacrificar la salud pública. “La carga de esta batalla importante no debe ni puede caer sobre niños inocentes ni crear una situación negativa de salud del poblado”.