Reflexión para el Tiempo de Cuaresma 2020:
Es claro desde el comienzo de este tiempo sagrado de la Cuaresma que la Iglesia quiere que nos enfoquemos de manera especial en la Pasión de Cristo como el camino a la gloria Pascual. No se puede lograr eso sin dirigirse a los cuatro Evangelios y a lo que se conocen como “las narrativas de la pasión”, las secciones de Mateo, Marcos, Lucas y Juan que cuentan la historia de la Muerte Salvadora de Jesús en la Cruz. Me gustaría recalcar una “parte” de esa historia.
Menos Jesús, ningún personaje recibe más atención en las narrativas de la Pasión que Pedro. Los evangelistas cuentan muchos detalles diferentes y significantes sobre los últimos días de Jesús – lo que dijo en la Última Cena, quien estuvo presente en su Crucifixión, cuales palabras dijo desde la Cruz – pero los cuatro Evangelios están de acuerdo con que Pedro negó a Jesús tres veces. Los Evangelios no se convergen en ningún otro lugar en las narrativas de la Pasión tan específicamente.
La historia de las negaciones de Pedro en los cuatro Evangelios es extraordinariamente gráfica, llena con detalles coloridos que captaban la imaginación de los tempranos cristianos y se quedaban en sus memorias:
Cuando reflexionamos sobre las negaciones de Pedro, es importante recordar que en cada Evangelio tenemos a un “antes, “un después”, un preludio y una secuencia. Notamos ahora las tres escenas en el preludio.
En una escena más temprana del Evangelio, una más pacífica, Pedro profesa su fe en Jesús públicamente:
Y Jesús los preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” “Tú eres el Cristo”, afirmó Pedro. (Marcos 8:29)
Jesús les dijo, “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo”? “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, afirmó Simón Pedro. (Mateo 16:15-16)
Pero en medio de la narrativa de la Pasión, Pedro niega, hasta con un juramento, que ni conoce a Jesús.
En otra escena del Evangelio, esta vez en la Última Cena, Pedro reivindica que:
“Aunque todos te abandonen, yo no” (Marcos 14:29), evocando la profecía de Jesús: “Te aseguro —le contestó Jesús— que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante por segunda vez,[b] me negarás tres veces” (Marcos 14:30). Pedro insiste: “Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré” (Marcos 14:31); pero sus palabras resultaron ser pura fanfarreada. El Evangelio de Marcos termina la Última Cena bruscamente con este alarde y el drama se mueva al jardín de Getsemaní, donde se lleva a cabo la tercera escena en el preludio.
En el jardín, Jesús le dice a Pedro, Santiago y Juan: “Quédense aquí y vigilen” (Marcos 14:34). Se duermen. Entonces Jesús le distingue a Pedro y le regaña: “Simón, ¿estás dormido? ¿No pudiste mantenerte despierto ni una hora? Vigilen y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil” (Marcos 14:37-38). ¡Vigilen! ¡Oren! En el preludio, Pedro no hace ninguno. No se prepara para la gran prueba que pronto le afrontará.
El significado de todo esto es bastante claro, especialmente en el Evangelio según San Marcos. Marcos nos cuenta que el discípulo que fue nombrado primero (1:16) y último (16:7), el mismo que profesó a Jesús primeramente en público (8:29) y quien vocalizó su disponibilidad de seguirle a Jesús hasta la muerte (14:31) se durmió, no oró, se huyó en el momento crítico, y negó con juramento que ni conocía a Jesús. Estaba completamente no preparado aceptar la Cruz con el Señor y seguirlo (8:34).
¡CADA UNO DE NOSOTROS FALLA!
Por supuesto, la próxima parte de la historia es más alegre. Aunque Pedro sea lento de creer hasta después de la Resurrección (Lucas 21:11), Jesús se le aparece (Lucas 24:34) y le lleva a la reconciliación para que, al haberse convertido, empieza a fortalecer a los demás (Lucas 24:32). Pedro profesa su amor por el Señor tres veces (Juan 21:15-17), emparejando sus tres negaciones. Toma su lugar como el líder de los Doce, el evangelista de los circuncidados (Gálatas 2:7), y uno de los pilares de la Iglesia de Jerusalén (Gálatas 2:9).
CADA UNO DE NOSOTROS TIENE LA OPORTUNIDAD DE REDIMIRSE
¿Habrá un personaje más apropiado que Pedro para la Cuaresma? La Cuaresma es un tiempo para renovar nuestra profesión bautismal de la fe, para reubicar nuestras vidas para el Señor, para comprometernos de nuevo a aceptar nuestra Cruz y seguir a Jesús. Esta Cuaresma, yo quisiera ofrecer a Ustedes tres reflexiones sugeridas por el papel de Pedro en las narrativas de la Pasión.
Eso, creo yo, es el desafío que nos espera mientras comenzamos el Tiempo de la Cuaresma: “Vigilen y oren”. Las narrativas de la Pasión se enfocan tanto en Pedro que él se convierte en un símbolo de y un modelo para nuestra propia relación con Cristo. Estas son mis reflexiones esta Cuaresma. Permítanme concluir con una oración en las palabras de la segunda Carta atribuida a Pedro en el Nuevo Testamento:
Pido al Señor crucificado y resucitado fortalecernos a todos nosotros durante estos días para que mantengamos los ojos fijados en Él constantemente como “una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día y salga el lucero de la mañana en sus corazones” (2 Pedro 1:19).