La Iglesia enviada por el Señor Jesucristo a ir “por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura” (Marcos 15:16) ha tenido bastante “mala noticia” este verano. Este lado oscuro dificulta el trabajo del catequista este año sin duda. Pero no es razón de dejar de catequizar. De hecho, hace que la catequesis sea aún más urgente, más emocionante, más necesaria para seguir el mandato del Señor.
Yo paso mucho más tiempo en mi capilla estos días, en el amanecer o muy tarde en la noche, sentado en la presencia del Santísimo. Busco palabras, ideas, oraciones, pero, más que nada, solo encuentro el silencio. Sin embargo estoy agradecido porque en el silencio he descubierto que mi fe aún se mantiene fuerte. De hecho, a pesar de toda la educación y los diplomas que he recibido, mi fe es algo muy sencillo. Es la fe sencilla de creer en Dios, confiar en Dios amar a Dios del niño criado, amado y enseñado por mis padres. Es la fe sencilla que se fortalecía y se profundizaba en las escuelas católicas gracias a las buenas hermanas y profesores que apoyaron a lo que mi madre y padre habían empezado en el hogar. Es la fe sencilla que me hizo querer cada vez más. Y cuando cerraba los textos del catecismo y religión, yo tenía algo para llevar por el resto del día. Todavía me la llevo.
El Domingo Catequético este año – cada año realmente – nos brinda la oportunidad para renovar y estar renovados en una fe sencilla. Los catequistas, una vez más, están comisionados para levantar y repartir a los jóvenes lo que ellos/nosotros creemos en los corazones de nuestros corazones sobre el Dios que nos crea y nos ama, sobre la presencia de Dios entre nosotros, sobre el deseo de Dios de mantenernos cerquita y nunca soltarnos a pesar de todo que pasa a nuestro alrededor. Esas son las cosas sencillas, no complicadas, que los catequistas de la Iglesia enseñan y brindan a los jóvenes que vienen a nuestras parroquias para la educación religiosa para que ellos puedan llevarlas por un mundo que sea cualquier otra cosa que sencilla y que busca alejarlos de Dios. Las cosas sencillas duran.
Dentro de un mes, la Iglesia Católica canoniza al papa Pablo VI. Una vez el papa escribió algo muy instructivo para catequistas. Observó que “El hombre (y mujer) contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio" (exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi, 8 de diciembre, 1975, núm. 41). Dar testimonio, al igual que la fe misma, es algo sencillo: solo tenemos que vivir lo que creemos. Una/un buen maestro, una/un buen catequista hace eso. Y cuando él/ella hace eso, su catequesis y testimonio resultará en “añadir testimonios para Jesucristo”.
Y entonces, con eso en mente, queridos catequistas: “Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura”. Vívanlas. Es así de sencillo.
El Reverendísimo David M. O'Connell, C.M. Obispo de Trenton