Semejante al Día de la Madre en los Estados Unidos, las celebraciones del Día del Padre empezaron temprano en el siglo XX. Sin embargo, se encuentra sus raíces verdaderas en las devociones católicas religiosas a San José en la Edad Media. Mayormente la observancia del Día del Padre en este país es algo secular.
Para nosotros como católicos que valoramos la vida familiar como una “meta” modelada por la Familia Sagrada, es importante parar y reconocer o recordar a nuestros padres, vivos o difuntos, en este día dedicado a ellos.
En las Escrituras, Dios está presentado y afirmado como “Padre”. Sí, reconozco los asuntos que eso crea para algunos cuando se habla de Dios en lo masculino, pero las Escrituras refieren al Creador de esa manera y también lo hace nuestra tradición eclesial duradera. El hecho de fe en que podemos acordarnos es que Dios es la fuente de nuestra existencia.
“Honrar a su padre y madre” es uno de los Diez Mandamientos que todos conocemos. El Día del Padre ciertamente responde a ese mandamiento. ¡Se espera que el honor extiende a los padres más de un solo domingo en junio!
En el uso cotidiano, la palabra “padre” expresa ideas de “proveedor”, “guardián”, “protector”, en papales que complementan y comparten el amor incondicional de la madre. Aunque, desafortunadamente, algunos de nosotros hayamos crecido sin la presencia o amor de un padre en nuestras vidas por cualquier cantidad de razones, el concepto de la paternidad es algo noble y que merece nuestro respeto y reconocimiento.
Tan frecuentemente en la vida del Señor Jesús según los Evangelios, le encontramos en conversación con su “Padre”, el término que más usa él para describir o dirigirse a Dios. No nos debe sorprender que encontramos la misma manera de referencia en las otras escrituras del Nuevo Testamento. Eso, en sí, comunica algo muy profundo para todos nosotros que somos o que usamos el titulo “padre” en nuestras propias vidas. La expresión “padre” es una invitación, realmente, para que los hombres que lo sean imiten y vivan su paternidad basado en el amor tierno de nuestro “Padre celestial”, ¡no tan fácil lograr!
Aparte de las dificultades que, tristemente, pueden existir en algunas situaciones familiares, “ser padre” o “tener” un “padre” denota una de las relaciones más importantes que una persona puede tener en el mundo. Los padres tienen que mantener eso en mente y contemplarlo diariamente. Las esposas y las madres también tienen que mantener eso en mente y contemplar eso mientras comparten sus responsabilidades cariñosas con los padres.
Una cosa que he observado y escuchado de parte de familias durante estos tiempos de pandemia es que “quedarse en casa” por la declaración estatal de emergencia ha creado la oportunidad en que miembros familiares “se re-presentan”. Estar juntos durante la mayoría del día, comer juntos, mirar televisión juntos, hacer el trabajo escolar juntos, mirar las Misas virtuales como familia ha facilitado que se reconozcan los papeles familiares de manera más definida y – a pesar de alguna discusión por ahí – se ha unido más, especialmente con la presencia del padre más notable.
En mi vecindario, me ha gustado ver a los “papás” jugando afuera con sus hijos, caminando con sus esposas y familias, y hasta – valientemente – acostumbrarse a montar bici de nuevo con sus pequeños. Estas escenas son consecuencias hermosas, positivas y felices de una pandemia no tan positiva ni feliz. ¡A lo mejor estos meses han sido un momento de enseñanza!
Volviendo al Señor Jesús, el Evangelio de Marcos relata una conversación con su Padre Celestial en el Jardín de Getsemaní, llamándolo “Abba, Padre” (Marcos 14:36), una expresión usada otras dos veces en las Cartas de San Pablo a los Romanos y Gálatas. Aunque a los académicos les gusta discutir sobre el significado, básicamente, es una palabra aramea para decir “padre”. Los traductores debaten que implica una intimidad genuina y profunda entre el pariente y el hijo, pero no de manera infantil.
Eso tiene sentido dado que el hecho de que el adulto Señor Adulto lo usa durante la Agonía en el Jardín. Hay una dependencia urgente en la narración y el Señor Jesús se dirige a “Abba, Padre” en su momento de necesidad. Se puede usarlo ciertamente en otras circunstancias también para expresar la profundidad de su relación: una compuesta del amor de un padre que crea, cuida, se preocupa por, afirma, escucha, desafía y ama a un hijo o una hija, a pesar de su edad o que si el hijo o hija devuelva ese amor o no.
A veces, el “maestro” dentro de mí me gana, así que ahora volvamos al tema del día: ¡el Día del Padre!
Puede que sea mayormente un día secular en nuestro país, que sea para nosotros aquí en nuestra Diócesis una celebración, ocasión, un momento de fe. Les invito a estar agradecidos a Dios nuestro Padre – primeramente, siempre – por crear y sostenernos como sus hijos e hijas. Y entonces, expresar gratitud a Dios por nuestros propios padres y todo lo que han hecho por nosotros y significan para nosotros.
Padres, renueven su amor y compromiso a sus hijos y familias. Dejen claro lo tanto que los aman. Hijas e hijos, “honren a su padre y madre”, no solamente en un día que lleva sus nombres sino cada día. No desaprovechen de la relación. Manténganse en contacto y háganlo de manera que se repite a menudo, y no solamente con palabras para decir, “Te quiero, papá”.
El Día del Padre no es simplemente otra ocasión secular para las compañías que hacen tarjetas para momentos especiales. No, es una experiencia de la vida familiar que merece ser celebrada como un aspecto de nuestra fe también.
Los padres están con nosotros en nuestras casas y familias demasiado poco tiempo – pero viven en nuestros corazones por siempre.
Dios bendiga a todos nuestros padres, vivos y difuntos. ¡Feliz Día del Padre!