Como casi todos los estadounidenses, a pesar de sus diferentes convicciones o falta de, me fue un gran choque ver una vez más la perdida trágica de vida después de los tiroteos en El Paso, Texas, y Dayton, Ohio. Una investigación rápida por el internet revela que hemos visto 248 matanzas semejantes hasta ahora en 2019 que resulta ser 1.2 tiroteos por día con más de 1,325 víctimas, 979 heridos y 246 muertos. ¡Absolutamente increíble en una sociedad civilizada! Y parece que las matanzas no respetan ninguna frontera, nada de respeto por las personas, sin vista de ningún fin.
Hemos visto una cantidad grande de “declaraciones” – incluyendo esta – y muchas promesas de enviar “pensamientos y oraciones”. Desafortunadamente, esas declaraciones y promesas no ofrecen tanto confort ya, aunque lo intenten dar y sinceros sean. ¿Qué más podemos decir? Ya hemos gastado todas las palabras. ¿Qué más podemos hacer para afrontar esta negación de la vida tan brusca? Nos sentimos desamparados, alistándonos para lo que inevitablemente parece ser “la próxima vez”.
Como el obispo, una persona de fe, yo creo que sea esencial dirigirnos hacia Dios en momentos como estos y urjo a todas las personas de fe hacerlo también. Debemos mantener presente la pregunta de San Pedro en el Evangelio, “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68). Solamente tú, Señor. Tal vez nunca aprenderemos ni conoceremos aquí y ahora porque estas ocurrencias tan horribles como estos tiroteos pasan en nuestro país y en otros lugares. Solo nos queda creer que el Señor Jesús está presente a nosotros, entre nosotros, acercándonos a él especialmente en los momentos de peligro, tragedia y sufrimiento. “No se turbe su corazón”, aconsejó Jesús en el Evangelio. “Crean en Dios, crean también en Mí” (Juan 14:1) y en otro lugar, “Estas cosas les he hablado para que en Mí tengan paz. En el mundo tienen tribulación; pero confíen, Yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). En los momentos vacíos del luto que acompañan la tragedia humana, las palabras y las explicaciones humanas no tienen mucho sentido.
Leeremos declaraciones y miraremos los reportajes y escucharemos a los comentaristas y los políticos. Solo la fe en el Señor y SU palabra nos ayuda a salir adelante. “Yo he venido para que tengan vida” (Juan 10:10) … “todo el que vive y cree en Mí, no morirá jamás” (Juan 11:26). Y entonces rezamos y vivimos “por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
Quien no cree dirá que pensamientos y oraciones son murmullos devotos nada más. Desde su punto de vista, tal vez lo son. Pero para la persona que mira al mundo por los ojos de la fe, son nuestro firmamento, la única cosa que nos ayudan en los momentos más oscuros de la vida. A pesar de la frecuencia que ocurren – sean actos arbitrarios de violencia y masacres o actos intencionales de robar la vida inocente del vientre o de la cama del enfermo – toda la vida humana, creada por Dios y redimido por el Señor Jesús, es un don precioso y nuestra responsabilidad. Un don que vale la pena cuidar y proteger, siempre y en todo lugar.
Unos ochocientos años antes de que el Señor Jesús asumiera la forma humana y caminara por esta tierra, el profeta Isaías entregó a la comunidad antigua de los israelitas este mensaje de Dios: “No temas, porque Yo estoy contigo; No te desalientes, porque Yo soy tu Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, Sí, te sostendré con la diestra de Mi justicia” (Isaías 41:10). Todavía nuestra fe nos anima así, especialmente en los momentos difíciles en que vivimos.
Que los comentaristas y los políticos discutan entre ellos mismos. Señor, ¿a quién iremos NOSOTROS? Solamente a ti. Donde haya sufrimiento y tragedia, la maldad y “el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Romanos 5:20). Señor, danos la gracia para creer en ti.